miércoles, 19 de diciembre de 2018

A juega



3-11-18. Fue uno de esos días raros en que mis padres vinieron a casa. Creo que algún día tendré que escribir algo sobre los “centros de operaciones”, las casas de los padres como centros de visitas y de todo cuando los hijos hace años que se independizaron.
Romeo empezó a mostrarse nervioso y a mí se me ocurrió sacar su colección de peonzas para ordenar ese movimiento desordenado y nervioso, en uno giratorio y repetitivo. Que si La Tierra gira y nos tiene embelesados con su rotación que ni nos enteramos, igual las peonzas también nos podían ayudar. Mi padre A se puso a girar una que le llamó mucho la atención, porque se daba la vuelta cuando llevaba un rato rodando sobre su eje. Lanzaba la peonza una y otra vez para intentar comprender su mecanismo. Tal cual un niño cuando trabaja (=juega). Luego nos contó a lo que jugaba cuando era pequeño con sus amigos: dibujaban un círculo, uno tiraba su trompo y después los demás lanzaban el suyo intentando dar al primero para hacerlo salir del círculo. Creo que no había visto a mi padre trabajar así, con la seriedad con la que juega un niño, desde hacía tiempo.


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