Me licencié en Comunicación
Audiovisual (Ciencias de la Información) porque me vi empujada a estudiar una
carrera, porque me gustaba la fotografía y el cine, y porque una amiga iba a
estudiar eso y así iba a la Universidad con alguien que conocía.
Cuando la terminé mandé miles de currículums creyendo que ese sistema de
búsqueda de empleo funcionaba, pero pronto me di cuenta de que al menos en mi
caso no era así. Sin embargo, conseguí un trabajo de unos cuantos meses en el Diario
YA, que estaba algo relacionado con lo que había estudiado pues pertenecía al gremio de una carrera que se daba en el mismo edificio que la
mía, Ciencias de la Información. No me gustaba nada, era un rollazo tremendo.
Menos mal que cerró y no continué, pues lo hubiese hecho sólo porque a mis
padres y personas cercanas les gustaba que yo trabajara ahí. Estaban
orgullosos, así me lo manifestaron. Ganaba una mierda y me daban el dinero en
un sobre, ¡pero era un periódico y yo trabajando ahí era periodista! Además, el
Ya, ¡el periódico que compraba mi abuelo! Después trabajé en varias
cosas: socorrista, agente de viajes… y finalmente el Cine. Formé parte de la
primera generación de trabajadores de Kinépolis. De ahí pasé a los Renoir.
Y hoy puedo decir que tengo el mejor trabajo del mundo, aunque aquellas
personas que estuvieron orgullosas de mí ya no lo estén.
Me extrañaba que mi madre nunca
me preguntara por el trabajo cuando en cambio sí que pregunta a otras personas.
El otro día le pregunté que por qué nunca me pregunta. Me dijo que en mi
trabajo no hay ningún problema sobre el cual preguntarme y menos trabajando dos
días. Me confirmó una vez más que sólo le mueven los problemas, que es una
víctima más de una sociedad donde sólo el amarillismo tiene seguidores, donde
la gente se desayuna desgracias todos los días, donde “el que no llora no mama”
… Que es también una víctima de la titulitis, de las clases sociales, del
hambre de reconocimiento heredado de no sé qué época. Para mi madre no todos
los trabajos son igual de importantes. Para mí todos los trabajos son igual de importantes,
todos cumplen su función en este mundo, de la misma manera que todo ser
viviente por el hecho de existir la cumple. Para mí lo importante es que cada
ser viviente haga lo que le gusta hacer. Yo construiría un mundo empezando por
esta premisa y después asignaría a cada uno un poquito, repartiría los trabajos remunerados para que haya para todo el mundo. Le pregunté si estaban orgullosos
de mí y no contestó.
Trabajo dos días porque quiero
ver a mi hijo (mi mundo no tendría colegios, pero si los tuviera habría dos
horarios a elegir: mañana o tarde). Cuando se me acabó el permiso por guarda
legal tuve que sopesar pros y contras y finalmente me decanté por: “mamá,
cuando trabajas casi no nos vemos”.
En mi trabajo leo y escribo que
es lo que más me gusta del mundo. En mi trabajo observo la vida y pienso, que
son cosas que necesito para lo que más me gusta del mundo. En mi trabajo
escucho, requisito para lo que más me gusta del mundo. En mi trabajo leo
rostros y miradas. Imagino historias, algunas con lo que encuentro en el cajón
de objetos perdidos. Veo trozos de pelis y pelis enteras. Presencio el paso del
tiempo: he visto cambiar el cine del sistema analógico al digital, de la peseta
al euro, observo desde la taquilla cómo los días se alargan o se acortan. Juego: formo figuras con los asientos asignados a cada cliente, con el fluir de las palomitas, construyo torres con cartones de palomitas... Conozco
a gente: un saludo desde aquí a Jesús, Fiona, el risitas, la Tauro, la chica
chándal, el del acordeón, la mexicana, Consuelo, el méndigo... Por no mencionar a los numerosos actores y actrices, directores y directoras, y hasta ¡los Reyes de España! Recibo regalos
de los clientes habituales. Aprendo idiomas (sé decir de siete maneras
distintas lo que en España denominamos palomitas). Vivo la vida en versión original
porque mi Cine es un cine de versión original. En mi trabajo reparto sonrisas y
hago un poquito más feliz a quienes me preguntan recomendaciones de
películas.
Hay una idea de que el trabajo
tiene que ser aburrido. De hecho, la propia palabra viene del significado
“silla de tortura”. Por eso la gente me desea buena jornada como dándome el
pésame y si entro contenta en el Cine me tachan de loca. Pero yo pienso que
tengo el mejor trabajo del mundo. Cuando voy al Cine digo que voy a jugar porque,
como dice André Stern, el juego es la manera más directa de conectarse con la
vida cotidiana, consigo mismo y con el mundo.