sábado, 4 de febrero de 2012

Romeo muerde

Hoy cuando le tenía en brazos le he visto el principio de lo que creo que eran dos muelas. Entonces me he reconstruido el puzzle de los últimos momentos en la cabeza. Voilá, todo quedaba claro: el poco apetito, el continuo mamar, el llorar porque sí, el mal dormir, el querer arrumaco continuo... Ahora todos esos interrogantes tenían su razón de ser: los dientes de nuevo. Aunque ya es la tercera o cuarta vez que nos pasa, nunca damos con ello. Por más que intentamos solucionar el rompecabezas, nunca lo acabamos. La primera vez fue una amiga la que lo hizo por mí. Le di todas las claves y efectivamente al día siguiente Romeo tenía un diente. El caso es que yo había notado como que cada vez que mamaba me dolía más que antes por la presión que hacía, pero miraba y no le veía nada. Y ahora muelas. El otro día Romeo se quedó con un cacho de la camiseta de su padre. En un ataque de alegría, quiero pensar, le mordió. A mi también me lo hace de vez en cuando, en las tetas, y veo las estrellas. Entonces le digo: “Romeo con los dientes no” y se pone a llorar. Otras veces intuyo cuando lo va a hacer y le acaricio pensando que la violencia con caricias se cura, y lo consigo, no me muerde. Que digo yo, que debe ser fastidioso enfadarse con un pezón... o tal vez de nuevo sea la alegría.

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