Bobomeo, Bomeo y Romeo.
Esa es la metamorfosis que ha experimentado el nombre de Romeo a través de su
boca. Fue después de empezar a nombrarnos a nosotros, mamá y papá, cuando
empezó a decir su nombre. Nadie le entendía. Nos parecía curioso que alargara
la palabra más de lo que era. No tanto que cambiara la r por la b, que aquella
parece más difícil de pronunciar. Si embargo, qué pronto la ha aprendido a
identificar, que ahora siempre que la ve dice: la R de Romeo, bien clarito. Y
se pone tan contento. Romeo es mayor, Romeo lo ha hecho, Romeo es alto, es de
Romeo, Romeo lo coge… o Romeo. Romeo a secas cuando quiere delimitar su
territorio ante otro niño. Cuando alguien le pregunta por su nombre a veces lo
dice y a veces no. También sabe que antes de nacer le llamábamos Pomponcito
porque su corazón hacía Pom-Pom. Esto era cuando formábamos una sola persona,
ahora somos casi dos, que el Yo va asomando ya en alguna frase que otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario