El Día del Libro le
recogí de la escuelita y nos fuimos a respirar por el centro aires de día de
libro. En la calle Embajadores me topé con la librería Venir a cuento, que
estaba muy animada. Entramos. Rebusqué. Él observaba desde el carro y me
señalaba todo lo que le llamaba la atención: una barca llena de cuentos y más
cosas. Pero yo andaba ya metida en las estanterías. Salí de los cuentos cuando
Romeo me señaló uno con mucha insistencia. Lo tenía la señora del mostrador,
señaló. Lo estaba envolviendo y no lo pude ver. Sin embargo, con las palabras
que fui sacando de la conversación entre dependienta y clienta adiviné de cuál
se trataba y lo localicé. Unas tetas enormes dibujadas. De la misma colección
había pies, agujeros de la nariz… Romeo escogió el de los pies y lo compramos.
Ahora faltaba encontrar un sitio donde leerlo juntos y así descansar, pues hoy
habíamos sacado el descanso de casa para llevarlo a las librerías, así como los
libros habían salido a la calle por ser su día.
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