miércoles, 17 de septiembre de 2014

Romeo va a ver los títeres


 

Como todo, también lo tengo apuntado: fue el 7 de abril del 2012 la primera vez que fuimos a ver títeres, al Retiro.
Se fijaba atento cuando salía el ratón que movía una señora vestida de negro. De vez en cuando sonreía. Pero se le hizo largo y nos fuimos. En otra ocasión, en Titiriluche, disfrutó muchísimo con unas vacas que bailaban al son de canciones muy conocidas. Se plantó de pie, delante de los demás niños, y ahí se quedó hipnotizado durante toda la actuación. Un día en casa viendo dibujos animados no quería ver la escena donde salen unos títeres que se pegan entre ellos. La tuvimos que pasar y no ha querido volver a ver ese capítulo. Esta primavera acudimos a Titirimundi, a ver un espectáculo búlgaro preciosísimo en el Casino de la Reina, y los dos lo disfrutamos muchísimo. Lo que más nos gustó fue ver cómo los paños de cocina se pueden transformar en marionetas. En verano hemos estado también en el Retiro, en Titirilandia, y también le ha entusiasmado ver cómo todo lo que metía el cocinero en una máquina se transformaba en hamburguesa. Sin embargo, en casa todavía no hemos conseguido crear un ambiente de títeres, a pesar de tenerlo todo: títeres de dedo, de mano, de palo y hasta un teatrillo que le hizo su yaya inspirado en un catálogo de juguetes. No le gusta ver las piernas de mamá por un lado y escuchar mi voz distinta a la habitual por otro lado. Viene corriendo y se coloca detrás del teatrillo junto a mí para ver la trastienda de las historias, ya sin magia.

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