Tengo grabada en mi
cabeza una imagen: Cora, la hija de unos amigos, abrazando a su padre. Yo
embelesada y embarazada les observaba. Nuestro amigo que se dio cuenta me dijo:
ya verás, cuando te pase esto, es lo más maravilloso del mundo. Imagen y frase se me quedaron en la cabeza.
Cuando Romeo tenía dos años y tres meses lo pude comprobar. Me abrazó y fue lo
más maravilloso del mundo. Sus bracitos alrededor de mi cuello con presión. No
como otras veces en que los colocaba ahí porque en algún sitio los tenía que dejar cuando yo le cogía. Por acto reflejo le
abracé también y nos quedamos entreabrazados. Entonces me acordé de nuestro amigo y su hija.
No recuerdo dónde se
perdieron los abrazos con mis padres, pero lo cierto es que los perdimos. Hace
poco lo hablé con ellos y me dijeron que fue el pudor. El pudor los perdió.
Ahora es muy difícil encontrarlos. Ha pasado tiempo y han quedado muy
enterrados.
Yo espero seguir saboreando
lo más maravilloso del mundo con Romeo siempre. Tendré cuidado para que el
pudor no nos los pierda.
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