Un frisbi rojo con un conejo
pintado fue uno de sus primeros deseos expresados. Más adelante sería un
artilugio luminoso que daba vueltas y volaba y lo vendían en la Plaza Mayor, un
huevo kínder, una camiseta de jugador, una pistola de dardos. Este año desea
que los Reyes Magos le traigan una caja llena de huevos kínder, un huevo de
dinosaurio y un avión que vuele con una cuerda. Los deseos de Romeo tienen compartimentos
estancos, que el otro día me lo explicaba: unos son de comprar, que son todas
las cosas que ve en los escaparates y de las que me dice “algún día quiero que
me compres esto y esto y esto…”; y otros son los que escribe en la carta para
los Reyes Magos.
Además Romeo tiene otros deseos:
desea ir a ese parque que estamos viendo ahora y que no podemos parar porque
vamos en coche, ir a este espectáculo que anuncian aquí, comer chocolate del
duro para desayunar y a todas horas, caramelos blandos y
que vengan sus amigos a casa a merendar, a dormir... El otro día dijo que
quería que viviésemos con su amigo y sus papás, que viviésemos todos juntos.
También dijo hace poco que quería vivir en Sevilla porque en la Cabalgata de Reyes
tiran muchos regalos.
Ayer Romeo deseaba a toda costa
comprarse con su moneda de cinco céntimos una piruleta en uno de los puestos
navideños. Aunque la piruleta costaba mucho más, su deseo expreso hizo que el
vendedor se lo quisiera hacer realidad.
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