Ayer Romeo se fue con una mamá
amiga y su hijo a un lugar nuevo. Esta mañana nos contaba cosas acerca del
sitio. -Era igual que en “Momo”: jugar y luego recoger.-
Estoy orgullosa de haber
aprendido y después haber sabido transmitir a mi hijo la importancia del orden.
Gracias a Momo, la mujer sabia con la que Romeo ha compartido muchas mañanas,
pude aprender la técnica: nada más después de haber usado, guardar. Romeo, como
muchos niños, se oponía en numerosas ocasiones, pero con paciencia, sin
amenazas ni gritos, o sea con acompañamiento respetuoso, finalmente lo hacía.
Muchas veces el tiempo de guardar era mayor que el de jugar, pero era un aprendizaje que merecía la pena. A veces, precisamente por ello, he tenido mis dudas de si estaba siendo demasiado rígida
en este aspecto. A veces también he pensado que igual en casa no quiere jugar a nada de
lo que tiene porque luego lo tiene que recoger.
Una vez estuve en casa de una
familia amiga y el papá dijo una frase que se me quedó: un poco de caos tampoco
viene mal. Y de nuevo volví a replantearme lo de mi rigidez. Sin embargo, para
contrastar esto he visto también como en otras casas donde los juguetes están
todos revueltos, Romeo tampoco juega. No sabe por dónde cogerlos, ni por cual
empezar a jugar. Así es que me vuelvo a mi idea rígida de nada más usar
recoger, como con todo lo que usamos en casa. No es una norma para él, sino para
todos y con todo, y creo que esto es importante. Si en algún momento flaqueamos, nos acordamos
de aquella pirindola noruega que mamá pisó mientras hacia la cena porque estaba
donde no tenía que estar.
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