martes, 24 de mayo de 2016

Romeo se viste

23-10-13. Romeo se vistió solo por primera vez el mismo día (de otro año) que murió mi abuela paterna, que era modista. Son estas cositas de la vida, donde yo pongo significado, las que me van marcando un camino que sigo mientras se desteje la maraña. Romeo ha pasado los tres primeros años de “Momo” abrigado hasta lo imposible, aunque hiciera casi cuarenta grados de temperatura. Hoy en día todavía me cuesta no ponerle abrigo cuando va a salir a la calle, aunque él diga que tiene calor. Me preocupan su cuello o sus pies si yo tengo esas partes de mi cuerpo frías. Cuando yo era pequeña, si hacía menos de diez grados de temperatura nos teníamos que poner gorro. Dependíamos de un número para saber si nuestro cuerpo iba a tener frío o calor. Era lo mejor para nosotras aunque ahora no lo practique.
Romeo se pone la ropa que su padre o yo le dejamos sobre la cama estirada y ordenada. Recuerdo todavía cuando le teníamos que vestir, el juego que suponía para él, y el esfuerzo para nosotros. Ahora sigue siendo juego: ¡os voy a “anar”! dice, pero ya para nosotros no supone ningún esfuerzo. Entre medias ha habido días de paciencia bendita para que se pusiera los calcetines, que el talón se le colocaba arriba cuando menos te lo esperabas; el calzoncillo con las dos piernas por uno de los agujeros; el jersey del revés; el pantalón que hacía que se cayera para atrás porque el pañal le pesaba demasiado cuando levantaba una de sus piernas…  Y nosotros allí con la mirada, con las palabras, con los nervios a flor de piel pero no dejándolos salir… Pensar que todo esto lo hacen nuestros queridos Diego y Tula todos los días de la semana multiplicado por diez… Se me ponen los pelos de punta sólo de pensarlo. No sé si es paciencia, entrega, meditación o una mezcla de todo, pero acompañar a diez niños mientras se colocan sus pantalones de lluvia, se visten después de haberse quedado en pelotas para jugar, se ponen los zapatos para salir… estoy convencida es lo mejor para conseguir la paz en el mundo, lo dice mi maraña.

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