3-2012. Lo debió de decir un día
de ese mes. Yo me acordé de Alba, mi sobrina, cuyo color preferido es el
amarillo y pensé que la genética quizás tiene algo que hacer al respecto.
Un día se inventó que el color de
su padre era el verde. El mío ya sabíamos todos que era el azul. Cuando ve contenedores de reciclar se pone contento porque están los tres:
el amarillo de los envases, el verde del vidrio y el azul del papel.
Cuando fuimos a Suecia le
compramos una mochila amarilla de Pippi Calzaslargas, en Alemania una botella de agua
amarilla y su abuela le regaló un estuche amarillo. Además, yo conseguí una
sandwichera amarilla en un mercadillo. De esa guisa se presentó en el cole el
primer día.
Para su cumpleaños la abuela le cosió una R
amarilla en una gorra.
Su yaya siempre que puede le pone
un vaso de color amarillo para beber.
Hace poco le hemos cambiado la habitación y quizás en breve la quiera pintar de amarillo.
Los colores son muy importantes
en nuestra vida, aunque también sabemos, como dice un amigo, que todos los
colores están en nuestra mirada. Mi hijo mira de color amarillo.
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