jueves, 14 de septiembre de 2017

Romeo dice palabrotas



La primera vez que Romeo dijo algo parecido a una palabrota fue el 8-7- 13: “Joé”. El otro día escuché una conversación de mamás en torno a este tema. Es otro de esos temas talismanes que merodean entre las mamás y los papás. Mi amiga decía que cuando su hijo emite alguna palabra mal sonante le dice que las palabrotas son como el alcohol, que en un niño está mal, que es una palabra demasiado grande para él. Eso venía a decir más o menos.

Mientras lo escuchaba yo elaboraba mi opinión. Los niños aprenden por imitación y si nosotros decimos palabras-rotas ellos probablemente las van a decir. Claro, que si tomamos alcohol, ¿por qué negarles la ingesta a ellos? Porque les sienta mal, ¿no? ¿Y las palabras pueden sentar mal? Sí, son energía, como todo lo que viene del ser humano y como tal nos influye, pero… ¿Nos sienta mal decir palabrotas? ¿A quién sienta mal: al que las dice o al que las escucha? Si es al que las escucha podemos explicarle que a cierta persona no le gusta o le sienta mal escuchar esas palabras. Seguramente le pase porque a él o ella no se las dejaban decir. Al que las dice también pienso que pueden sentarle mal. Decir, por ejemplo, “coñazo”, que indica desprecio hacia una parte del cuerpo femenino, puede influir en el bienestar personal. Pero a esto he llegado con el tiempo, quizás mi hijo sea consciente (o ya lo es) del daño de las palabras mucho antes que yo. La comida y la bebida se la administramos nosotros, de hecho dependen de nosotros para obtenerla. Pero las palabras no, no estamos en su cabeza para evitar que digan esto o aquello y cuanto más se las prohibamos, pienso, más les acercaremos a ellas (por la atracción que ejerce en los niños casi todo lo prohibido, cual núcleo de célula chocándose con su membrana), más todavía si nosotros las decimos.


Desde aquel día no le he vuelto a oír decir ninguna palabrota. No sé si las dice o no, pero no es un talismán que me preocupe. Es más, el día que le escuche decir alguna, que a lo mejor llega o no, supongo que no me sorprenderé. Son palabras, están ahí, están en google, confío en su autodesarrollo, en los ambientes relajados donde quizás no las dice y no son necesarias.

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