Fue en Diciembre de 2014. Tenía
cuatro años y unos meses. Era su primer fin de semana fuera de casa. Carlos y yo
nos fuimos de viaje de “novios” a Granada, destino de nuestro primer viaje de
novios. Recuerdo que hablamos por teléfono con él y notamos su voz
cambiada, más grave, como de más mayor. Recuerdo que todo fue perfecto tanto
para nosotros como para él, como para los abuelos. Todos quedamos contentos y
satisfechos de ese fin de semana.
Después ha habido tres ocasiones más en las
que Carlos y yo hemos viajado a distintos sitios, una vez a nuestra propia
casa. Otra vez fue una semana entera la que se quedó con los abuelos. Le
llevaban al colegio, comían con “dulce que no sea fruta” de postre, cenaban sopita de la abuela,
dibujaban, encuadernaban, veían la tele, iban al centro comercial, bajaban al
parque… A Romeo le encanta vivir en casa
de los abuelos. La casa de los relojes, de los flanes y natillas, de los
dibujos animados, de la piscina. Una vez al año Romeo vive con los abuelos, un “plan
verdadero”.
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