9-12-14. Ese día apunté que dibujó sin idea preconcebida. Claro, que yo no estoy en su cabeza y no lo
puedo asegurar.
Unos amigos viven el
dibujo como algo esencial y necesario en el ser humano, hasta el punto que
llevaron a su hijo al kinesiólogo porque no dibujaba. Yo recuerdo a Romeo
dibujar desde siempre, pero no con el interés con que lo hace, por ejemplo, su
primo Luis Fernando. Recuerdo un viaje en coche a Suecia en el que iba
dibujando en su mesa de cartón. Recuerdo algún taller que otro al que hemos asistido juntos y sus
prisas por acabar su dibujo. Recuerdo los dibujos que hacía y hace con la abuela. Ahora le veo dibujando en los cuentos que
escribimos. Le veo dibujando en los restaurantes sobre cualquier papel,
servilleta o mantel mientras esperamos que nos sirvan. Dibuja
videojuegos que algún día creará, dice. Tengo dibujos de Romeo pegados a
camisetas. Tengo pantalones, camisas y zapatillas dibujadas por Romeo. Hasta el
lavavajillas y lavadora tienen dibujos de él y por supuesto, mi escritorio. Pero ya digo, que me parece que
no lo hace con el interés que veo en otras personas.
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