miércoles, 25 de octubre de 2017

Romeo dibuja



9-12-14. Ese día apunté que dibujó sin idea preconcebida. Claro, que yo no estoy en su cabeza y no lo puedo asegurar.
Unos amigos viven el dibujo como algo esencial y necesario en el ser humano, hasta el punto que llevaron a su hijo al kinesiólogo porque no dibujaba. Yo recuerdo a Romeo dibujar desde siempre, pero no con el interés con que lo hace, por ejemplo, su primo Luis Fernando. Recuerdo un viaje en coche a Suecia en el que iba dibujando en su mesa de cartón.  Recuerdo algún taller que otro al que hemos asistido juntos y sus prisas por acabar su dibujo. Recuerdo los dibujos que hacía y hace con la abuela. Ahora le veo dibujando en los cuentos que escribimos. Le veo dibujando en los restaurantes sobre cualquier papel, servilleta o mantel mientras esperamos que nos sirvan. Dibuja videojuegos que algún día creará, dice. Tengo dibujos de Romeo pegados a camisetas. Tengo pantalones, camisas y zapatillas dibujadas por Romeo. Hasta el lavavajillas y lavadora tienen dibujos de él y por supuesto, mi escritorio. Pero ya digo, que me parece que no lo hace con el interés que veo en otras personas.


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