6-10-14. A Romeo le encanta ir a
restaurantes. Restaurantes o bares para él son lo mismo. Igual que lo son
aperitivo o menú. Ayer decía que quería un Aquarius si estaba incluido en el
aperitivo. Muchas veces no entiende que nos paremos en uno y no en otro.
Tampoco le sé explicar por qué no me gusta ir a los restaurantes donde ponen
berenjena caramelizada con flan. Lo que sabe es que le encanta ir a los
restaurantes donde le conocen o dedican un trato especial a los niños: donde le
ponen un vaso grande de agua con hielo, le dan caramelos o una ración extra de
patatas. También le gusta ir a un restaurante de comida rápida que hay al lado
de donde trabaja su padre, porque puede jugar a videojuegos mientras mamá y papá
hablan. Le encanta ir al restaurante lujoso. Creo que en su
cabecita va teniendo un registro de restaurantes, igual que los tenemos
nosotros, porque así se lo comunicamos: el de las tostas, el de la ensaladilla
rusa, el del pescadito, el lujoso… Ahora le hemos dicho que vamos a ir un día a
conocer el Jagger, un nuevo restaurante de unos amigos, excocinero él de Lhardy, cuya fabada en su casa un día nos hizo emocionarnos hasta el infinito y
más allá.
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