Mi libreta dice 6-16. No recuerdo
la escena, pero esta hazaña me remonta al embarazo. Estuve escupiendo desde que
Romeo se instaló en mí y dejé de escupir cuando salió. Al principio lo hacía en
los alcorques, esquinas escondidas, pañuelos… Pronto me hice con una botella de
plástico que iba cambiando cada dos por tres. Más adelante la fabriqué un
vestidito para que no se viera el líquido verdiamarillento de
dentro. También le puse un nombre: babómetro. Me dijeron que tenía tialismo y
tuve que convivir con ello los nueve meses. Fue bastante desagradable, pero un
amigo me hizo verlo distinto. Que lo recordara cuando mi hijo
naciera y le dijera que en el embarazo había tenido algo que muy poca gente
tenía, una cosa muy especial porque estaba él dentro de mí. Así se lo conté a Romeo.
Este año, una de las veces que le
llevé al médico por un estado vírico, comenté que Romeo escupía mucho. Me
explicaron la razón y ya no indagué más sobre el tema, pero por un momento pensé
que tenía relación con aquel tialismo del embarazo. Nuestro cuerpo tiene muchas maneras de limpiarse y una de ellas es echar fuera lo que no nos sirve dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario