Recuerdo cuando se nos murió el
periquito. Fue una de nuestras primeras muertes. Algo dentro de nosotras se
había muerto también. Sorpresa, dolor, decepción cuando lo vimos en la jaula tumbado
patas arriba, sin moverse. Mi madre A y mi padre A nos animaron a enterrarlo en
el jardín de la parte de atrás del edificio donde vivíamos. Recuerdo que
bajamos mi hermana y yo. El periquito iba en una pala de playa. Lo dejamos a un
lado mientras hacíamos el hoyo. Lo colocamos dentro y lo tapamos con arena. Un
bonito ritual para decir adiós y tapar una herida que desde aquel día se abre y
se cierra cuando vivo una muerte.
Próximo proyecto: vivir la muerte
como una parte de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario