Ni mi hermana ni yo tenemos agujeros
en las orejas. Siendo niñas se lo pregunté a mis padres:
-¿Por qué no nos hicisteis
agujeros en las orejas?
-Porque no queríamos veros
llorar. Bastante os hicieron llorar en el hospital para que además llorarais
por una cosa así.
Me convenció y consoló. Me dio
pena no tener agujeros. Sobre todo cuando veía a mis amigas con pendientes
pequeñitos de múltiples formas preciosos. Esos me encantan, me siguen
encantando. Mi hijo me regaló una vez unos de unas chanclas pequeñitas que
compró en una tienda de artesanía. Ese mismo año mi sobrino me regaló unos aros plateados. Pensé que era una señal de esas que manda la vida. Me tenía que hacer los agujeros que
mis padres decidieron que yo si quería me haría de mayor. Que para entonces nadie elegiría por mí. Ahora, de mayor, después de investigar
he decidido que no me los hago.
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