Llevo dos días diciéndole a mi
hijo que “en eso me parezco al abuelo”. Mi padre A me lo decía también. No me
ha gustado nada sorprenderme así, pero el caso es que lo he dicho.
Hace unos días fuimos a comer a
casa de mis padres y mi padre le soltó varias lindezas de las suyas a Romeo:
-¿Qué eres, manco? (Porque tenía
la mano apoyada en la pierna y no sobre la mesa, como le gusta a mi padre que
tengamos las manos cuando comemos).
-¿Qué eres, un príncipe? (Porque
yo le corté el filete o alguna cosa así. Es decir: hice algo por él que mi padre opina tenía que hacer él solo).
También todo tipo de órdenes
como: “siéntate” o “no andes descalzo”. Dichas con tono marcial y elevado.
Mauricio Wild me dijo que unos
padres estresados no pueden tratar bien a sus hijos. Llevo dos días recordando
esta frase.
Cuando Romeo me dice "mamá, no
me hables así", doy gracias a la vida por ese regalo. Al instante me doy cuenta
que estoy estresada, que tengo que curar esa sensación antes de abrir la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario