martes, 2 de octubre de 2018

A habla



Llevo dos días diciéndole a mi hijo que “en eso me parezco al abuelo”. Mi padre A me lo decía también. No me ha gustado nada sorprenderme así, pero el caso es que lo he dicho.
Hace unos días fuimos a comer a casa de mis padres y mi padre le soltó varias lindezas de las suyas a Romeo:
-¿Qué eres, manco? (Porque tenía la mano apoyada en la pierna y no sobre la mesa, como le gusta a mi padre que tengamos las manos cuando comemos).
-¿Qué eres, un príncipe? (Porque yo le corté el filete o alguna cosa así. Es decir: hice algo por él que mi padre opina tenía que hacer él solo).
También todo tipo de órdenes como: “siéntate” o “no andes descalzo”. Dichas con tono marcial y elevado.
Mauricio Wild me dijo que unos padres estresados no pueden tratar bien a sus hijos. Llevo dos días recordando esta frase.
Cuando Romeo me dice "mamá, no me hables así", doy gracias a la vida por ese regalo. Al instante me doy cuenta que estoy estresada, que tengo que curar esa sensación antes de abrir la boca.


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