Somos varias personas las que
pasamos parte de nuestra vida dentro del Cine. Esto ha hecho que desarrollemos
un lenguaje propio. Una de las expresiones que comprende este lenguaje es “terapia
familiar”, para denominar a la pareja formada por una madre y un hijo/a o un
padre y una hija/o que acuden al Cine con regularidad, normalmente una vez a la
semana.
Me llama la atención esta
costumbre. Quizás me llama la atención porque me da cierta envidia.
Padres-madres con hijas-hijos que hacen cosas juntos una vez a la semana. Que
establecen así una rutina de contacto como una manera de ordenar su relación,
quizás. Yo una vez lo intenté, pero no salió. Se quedó en idea: paseos con mi
madre.
Cada vez que llega al Cine una terapia familiar, nos lo comunicamos. Sentimos dicha necesidad como si fuera algo básico darnos esa complicidad. Así el compañero en cuestión (taquilla, palomitón, acomodador) sabe que va a
entrar una madre con su hijo o un padre con su hija. Casi siempre se da este
tipo de combinación. Por el hecho de registrar este dato que me llamó la atención hace tiempo, conocemos a casi todas las “terapias familiares” que
vienen. Hablamos con ellos y alguno de nosotros tiene amistad desde hace años.
Me parece bonito ir al cine con
tu madre o padre una vez a la semana. Ver una historia reflejada en la pantalla
mientras tu historia familiar se va haciendo. ¡Qué bello es el cine!
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