El otro día fui a un club de
lectura con un escritor que no conocía mucho, pero que había escrito un libro
que tenía en mi lista de libros que quería leer y que después de buscarlo en
librerías y bibliotecas, una amiga, la que organizaba el club, me lo dejó. Fue
una casualidad-causalidad de esas que me gustan a mí. Que me llegara la
convocatoria de dicho club sobre el libro que se escondía de mí. Me encantó
conocer al autor, me gustó muchísimo conocer su forma de vivir, su manera de
relacionarse con el mundo, escuchar las opiniones de las y los que allí
estábamos, compartir ese momento acogedor en un día lluvioso… Pero… No me gustó
algo que oí al final. Creo que más bien fue cómo lo escuché, que quizás no fue
la intención del autor, decirlo así, o quizás lo dijo así sin pensar porque
está en el aire y muchas veces repetimos lo que está en el aire sin pensar. Le dije que su libro me lo había leído dos veces
seguidas y que esa sensación me había gustado, que no sé si era un halago porque
la primera vez que lo había leído no había entendido mucho y por eso había
necesitado leerlo una segunda vez. Cuando terminé de explicarle mi forma de
haber leído su libro, dijo que él no escribe bestsellers ni es Carmen Mola. No
me gustó que dijera esto sonriendo como menospreciando los bestsellers o a
Carmen Mola. Me recordó a los políticos cuando para ensalzar sus glorias atacan
al otro. Se me cayó un poquito el mito que acababa de crearme. No creo que sea necesario hablar del
otro para hacerlo de uno mismo. Tampoco creo en las etiquetas: bestsellers, infantil,
novela negra… etc Sé que tienen su función en el mercado, atraer al público más
rápidamente, pero no va conmigo.
Antes de ese día una amiga me
mandó un mensaje diciendo que estaba hecha un lío: “cuando consulto la edad
recomendada de lectura, acabo bastante confundida porque unos dicen que a
partir de 9 y otros que a partir de 12”.
Y antes de esto, mi prima me dijo que me tenía que devolver unos libros que le dejé porque su hija ya estaba en otra “franja lectora”. También me rechinó. Como si los lectores se desplazaran entre franjas lectoras según van creciendo.
Si leo un libro que llega a mí sin esconderse, no miro si es bestsellers, si es de algún género literario en concreto o está en la estantería de libros juveniles. Pienso que leer es un acto libre y por ende todo lo relacionado con el mismo no debería enmarcarse en franjas ni etiquetas.
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