La comida, en concreto lo que ingiere y cómo lo
ingiere mi hijo es un tema central de nuestra crianza. Bueno, de muchas
crianzas, aunque cada una lo trata de forma diferente como es obvio. Me ocupo de
que ingiera a lo largo del día alimentos que cubran todos los nutrientes
necesarios. Fruta y verdura, proteínas, hidratos de carbono, lácteos. Además,
en nuestro caso, muchas veces nos sentimos en la necesidad de limitarle, pues
nos parece que si no lo hacemos podría comer hasta el infinito y más allá. Cuando
viajamos o vamos de visita a casa de alguien supone un esfuerzo extra pues se
dan muchas ocasiones de excepciones, de “un día es un día” … etc en las que el
equilibrio alimenticio y el límite sufren alteraciones. Por si fuera
poco, últimamente como está mutando hacia la edad adulta intentan aleccionarme
continuamente con “déjale que está creciendo” y cosas así. A lo que yo respondo
en mi interior: sí, lo sé, pero no tiene por qué crecer a lo ancho… Cada vez
que va a casa de sus yayos o abuelos viene más gordo. “Ha comido muy bien:
lasaña de atún, albóndigas y de cena solomillo”. “Ha desayunado como en un
hotel: cereales, bollito de leche, tostada, cruasán…” Yo pongo los ojos en el cielo y pienso: ¡madre mía!
esta semana a trabajar de nuevo… Y: a ver cómo compenso todos esos extras
y la falta de nutrientes esenciales (fruta y verdura casi nunca están incluidos
en estos banquetes). Reconozco que es un trabajazo, que quizás me ocupo en
exceso, pero me ha costado cincuenta años estar bien del estómago y no quiero
que a él le pase lo mismo. Me gustaría que aprendiera pronto a nutrirse para
crecer equilibradamente y encontrarse a gusto.
En el otro extremo de crianzas hay quien dice cosas
como esta: “tenías que haber visto el platazo de puchero que se comió.” Dicho
por una abuela orgullosísima de que su nieto coma sin parar. Me llama la
atención la obsesión generalizada que hay de parte de las abuelas por que los
niños coman mucho. Les llena de orgullo que sus nietos sean comilones.
Otra cosa que me pasa con la comida y mi hijo es que
ahora cuando voy a sitios invitada: casas, restaurantes… y le veo comer sin
parar un bollo tras otro, una croqueta tras otra… pienso que tengo que comer
menos de lo habitual, pues si no va a parecer que somos unos gorrones. Así es
que yo adelgazo mientras mi hijo engorda.
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