Escribo, entre otras razones, para explicarme el mundo. Quiero entender el mundo que me rodea, tal y como hicieron nuestros antepasados escribiendo la Biblia para explicarse el origen de todo esto.
Hace dos semanas escribí sobre
algo que no entendía y la semana pasada la vida me lo presentó en bandeja para
que lo entendiera. De nuevo el proceso de escritura hizo magia en mi vida. Me
pasa con frecuencia. Pero ya hablaré de ello en otra ocasión. Ahora quería plasmar
lo que me pasó el jueves día 1 de mayo trabajando en mi Cine.
“No entiendo por qué, por
ejemplo, a la Casa Real se les invita muchas veces” rezaba el enlace a mi post,
una reflexión sobre la relación que tienen con el dinero los famosos y a su vez
con los que nos relacionamos con esos famosos.
Pues bien, el otro día estaba haciendo
alguna de las cosas que hago mientras espero a que llegue algún cliente, cuando
de repente entró el Rey. Le observé por el rabillo del ojo sin
dejar de hacer algo que tenía entre medias y cuando vi que se acercaba a la
barra me levanté.
-Hola, buenas noches, un menú
grande con Coca-Cola, por favor.
-Buenas noches. ¿Coca-Cola normal
o Zero?
-Zero.
Le serví el menú y le dije el
precio. Me pagó con un billete de veinte.
No recuerdo haber lamentado tanto
no tener palomitas recién hechas como el otro día. Cuando terminé de atenderle
me puse a hacer una olla de palomitas y pensé: en cuanto salgan las nuevas, le
ofrezco cambiárselas. Pero no lo hice, pues llegó la Reina, se pusieron a
hablar, llegaron más clientes, tuve que atenderles… Así es que en ese preciso
momento comprendí por qué hay gente que quiere agradar al famoso, por qué son invitados en muchas ocasiones… No
es que sea monárquica, la verdad es que me da bastante igual tener monarquía
que no tenerla, pero me impresionó ver al Rey entrar en mi Cine. Me asombró observar
que los clientes que acudían a esa hora no se enteraban de que estaba allí, al
lado de ellos, comportándose como uno más. Me apeteció ser especialmente
simpática y agradable con ellos. No sé por qué. Me sentí como si estuviera dentro
de alguna de las películas que proyectamos, quizás por la lejanía que marcan
los medios de comunicación al acercárnoslos tantas veces. Como el fantasma de Patrick
Swayze en Ghost que observa a su chica, yo me observaba a mí y pensaba:
así les debe pasar a quienes en un momento dado tienen que atender a los Reyes.
A ningún cliente le hubiese ofrecido cambiarle el cartucho de palomitas, pero
al Rey sí.
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