Acabo de llamar a mi fontanero de confianza y me ha dicho que estaba de vacaciones. No sé si creérmelo, pues me ha cogido el teléfono. Pero luego he pensado en lo que quería escribir hoy acerca del concepto de vacaciones. Mi fontanero ha cogido el teléfono de trabajo estando de vacaciones. A lo mejor lo ha cogido para no rechazar a ningún posible cliente. Quizás lo ha cogido porque le gusta su trabajo y aunque esté de vacaciones no deja de hacer según qué cosas de su trabajo. En el primer caso sería: estoy de vacaciones, luego no trabajo, pero tampoco desconecto. En el segundo sería: estoy de vacaciones, pero puedo seguir trabajando si quiero. En los dos sería el ejemplo de una persona que no necesita desconectar de su trabajo. Quiero pensarlo así. Que no necesita abstraerse de lo que ha venido haciendo el resto del año porque, en mi mundo ideal, le gusta su trabajo.
Creo
que hay una connotación negativa en torno a la acción de trabajar, que no sé si
viene del origen mismo de la palabra (silla de tortura) o de la idea religiosa
de que se debe ganar el pan con el sudor de nuestra frente. El caso es que
parece que no puedes ser feliz trabajando, que no te puede gustar ir a
trabajar. Ya he dicho en otras ocasiones que cada vez que oigo el “buena
jornada” parece que te están dando el pésame, que no puedes entrar contenta en
el trabajo porque te miran raro o hablar bien de éste por lo mismo. Por otra
parte, estoy cansada de la palabra desconectar. Yo no necesito
desconectar. Es más, mi trabajo me conecta al mundo y a mí misma y si
desconectara me perdería.
La primera vez que oí hablar bien
del trabajo fue en Yakarta en casa de una tía a la que había
ido a visitar. Su marido francés estaba trabajando allí mismo, en la terraza de la casa,
un domingo mientras los demás desayunábamos. Comentó algo de trabajar con una
sonrisa que a mí me llamó la atención. Nunca hasta entonces había visto a
alguien feliz trabajando o hablando de trabajo. Yo por entonces no había
empezado a trabajar “en serio”, algún trabajillo de adolescente, pero nada más,
y tenía la idea esa del trabajo como tortura. Así es que me llamó la atención
el ambiente distendido y lo feliz que parecía trabajando.
Conozco a una persona que trabaja
365 días al año y creo que es feliz, pero no estoy segura. Creo que es feliz
porque una persona que dedica cada segundo de su vida a trabajar lo tiene que
ser, si no, pienso que no sobreviviría. Pero no estoy segura porque habla del
trabajo como si fuera una tortura, ensalzando mucho los viernes (aunque no sé
muy bien por qué, ahora que lo pienso, pues también trabaja los fines de
semana...). En fín, creo que esa idea que flota en el aire de que el trabajo es
algo tortuoso, a veces nos la pasamos de unos a otros sin pensar mucho. La repetimos sin
saber si estamos de acuerdo o no, como tantas y tantas cosas.
Tengo un grupo de whatsapp donde cada semana una persona nos felicita cuando llega el viernes, cada mes que se acerca al verano por ser casi verano.... Me pregunto si cuando estemos a punto de llegar a la jubilación, nos felicitará porque casi alcanzamos la jubilación.
Yo he deshechado de mi vida la
palabra vacaciones por la connotación que tiene de que parece que sólo
se vive en vacaciones por contraposición a la palabra trabajo que parece
suponer un no vivir o vivir torturados. Para mí no existen las vacaciones
porque no necesito tener un tiempo separado o contrario al trabajo. Mi trabajo
me gusta. Vendo entradas y palomitas en un Cine y escribo, y no necesito
desconectar de lo que me gusta. Hago cambios de actividad y lugar porque a
veces lo necesito, pero siempre relacionados con lo que me gusta, el cine y la
literatura, mis trabajos. Así es que cuando me preguntan por las vacaciones,
transformo esa palabra en la palabra viaje o verano.
Si tengo que usar la palabra vacaciones la uso acompañada de términos
concretos como escolar. Uso el término vacaciones escolares para
referirme al tiempo en que mi hijo no va a la escuela. Cuando deje de ir al
sitio donde le obligan a ir ya no serán vacaciones, espero. Creamos el mundo
hablando de él. El Verbo creó el mundo.
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