La primera vez que Romeo tuvo
contacto con el mundo de las sombras fue cuando todavía no andaba, meses
tendría. Yo había leído en un libro un juego que me pareció divertido para
hacer con él. Lo preparé todo: la linterna, la pared blanca frente a nosotros
tumbados en la cama, apagué luces y mis manos empezaron a actuar. Pero nada más
comenzar a hacer el vuelo de un pájaro empezó a llorar, así es que
abandonamos el juego. Meses más tarde
Romeo descubrió su sombra. Se quedó un buen rato mirándola, paralizado. Luego
se dio cuenta que moviendo su cabeza también se movía algo en el suelo. Detrás
estaba la sombra de mamá que le miraba atentamente. Cuando se cansó de observar
siguió caminando, aunque de vez en cuando volvía a mirar hacia abajo a ver si
todavía estaba eso allí. Cuando montamos en bici Romeo va sentado detrás de mí
y yo no le puedo ver a no ser que me pare. Sin embargo, gracias a que Romeo ha
entendido el lenguaje de las sombras, también ahora nos podemos ver y comunicar aunque
no nos veamos.
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