La primera vez que Romeo se despidió
fue de los columpios de un parque. Lo tengo apuntado. Lo que no recuerdo es si
dijo una palabra o si hizo el gesto con la mano. Sí me acuerdo que desde muy
pequeño personas cercanas a él le incitaban para que agitara la manita al
despedirse, escena que he visto repetirse bastantes veces con otros niños. Al
principio la abría y cerraba como le habían indicado, y luego ya empezó a
sacudir más el brazo que la mano y con éste se sacudía él todo entero. Pronto
incorporó a su vocabulario la palabra adiós y a la gente le hacía mucha gracia,
que era muy pequeño cuando lo empezó a decir. A todo el mundo que se cruzaba se
lo soltaba. Ahora es más selectivo. Romeo dice adiós a sus compañeros de escuelita,
a su acompañante Momo, a sus yayos, abuelos, tíos, primos… Le cuesta a veces despedirse de su papá y de su mamá pero
también lo hace. Me gusta cuando Romeo se despide; extiende el brazo hacia
adelante, lo agita a un lado y a otro a la vez que gira ligeramente la muñeca y
va diciendo adiós: adiós cuchos (columpios), adiós tobogán, adiós árboles,
adiós nubes… Me transmite una imagen de felicidad plena aunque sea el momento
de la separación de todo eso que instantes antes tanto le han aportado. Aprendo
que las despedidas, tanto de cosas como de personas, son momentos para no
excluir de nuestra historia vital.
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