“Romeo anda, por eso es mayor”.
Me lo dijo un día que íbamos sin carrito a la biblioteca. De las pocas veces
que salgo con él a pie, que siempre tengo que hacer caminos largos y de hacer
varias cosas y nunca me atrevo a salir con él a pie, sin más. Pero ese día
íbamos los dos paseando, él un poco adelantado y yo observándole detrás. Lo
dijo mirando al suelo, los bracitos acompasando su andar, todo gracioso estaba.
Yo me reí, imposible no reírse, con lo pequeñito que se le veía entre tanto
coche grande y personas que no dejaban de pasar y esquivarle, y él reflexionando
con su cabecita cabizbaja. Es una frase con pensamiento incluida, pensé a su vez yo. Esto ya son palabras
mayores, me dije a mí misma y así se lo hice ver a Carlos cuando llegó a casa.
Y días más tarde así se lo transmití también a su yayo José, quien observó
que la frase vuelta del revés quedaba más simple que la emitida por Romeo, cuya
idea guardaba una reflexión verdaderamente profunda. Ahora, según estoy escribiendo esto, una reflexión viene a mí: ¿le estoy dejando ser mayor con mis múltiples quehaceres,
idas y venidas?
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