lunes, 1 de octubre de 2012

Romeo va a la escuelita



Desde el día de su segundo cumpleaños Romeo va a la escuela (“ocio, tranquilidad, tiempo libre” es el significado original en griego). Ha sido una búsqueda intensa, casi desde que nació. Todo lo que nos gustaba estaba a las afueras de Madrid y no estábamos dispuestos a hacer un paseo largo todas las mañanas. Poco a poco y porque nuestras antenas estaban dirigidas a ello nos fue llegando información de otras cosas que se estaban haciendo en Madrid cercanas a lo que nosotros entendíamos por educación. A su vez nos íbamos instruyendo y entendiendo qué era lo mejor para Romeo para cuando llegara el momento de establecer una rutina separada de mamá y papá. Hasta que un día me dijeron que Momo, a quien yo conocía de unas jornadas sobre educación, iba a abrir una escuelita cerca de donde vivíamos. Los ojos me hicieron chiribitas: una mujer sabia, una escuelita cercana, un nombre que me hacía viajar por mis lecturas juveniles donde el tiempo se detenía… No fue fácil porque Momo no quería a niños menores de dos años y medio, ya que para ella hasta esa edad los niños piden estar con sus padres y no les compensa los juguetes de un espacio (por muchos que haya) a la separación de ellos. Efectivamente, Romeo no estaba preparado: el juego social todavía no había llegado a su vida. No obstante, una vez conseguida la plaza no la queríamos perder que todo se estaba desarrollando por la vía de las causalidades y mi intuición decía que no estábamos equivocados. Aun así a puntito estuvimos de tirar la toalla, que era muy duro verle llorar todas las mañanas y nosotros no queríamos lo que todo el mundo decía: que era normal, que al principio a todos los niños les pasa… Ya, decía mi cabeza, pero ni Romeo ni nosotros somos normales, sino únicos y extraordinarios y no queremos pasar por esto. Hoy  Romeo juega en el Jardín de Momo (primer día que se queda toda la mañana) y yo escribo en casa, como había soñado hacerlo. Luego le iré a buscar y volveremos a pasar por el “airecito”, “lo que da vueltas”, “el escaparate de los juguetes”, “el chico de los malabares”, “el piripi”, nuestro paseo a la escuelita y a casa de todos los días. Mil gracias a todos aquellos que cuando nació Romeo el cuerpo les pidió darnos dinero. Qué buena inversión hemos hecho al llevarle a un lugar donde el tiempo se detiene todas las mañanas.

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