Empezó tirando besitos con la
mano que todos a su alrededor recogíamos. Más tarde comenzó a arrimar la
mejilla a todo el que le decía: ¿me das un besito? Pero en vez de darlo él,
esperaba a recibirlo. Sin embargo, a sus muñecos sí se los daba: Hipo, Mario,
Koala… Los abrazaba fuerte y les propiciaba
besos y más besos. Con mamá se roza los labios, pero la que da el beso soy yo.
Un día le dio un beso a su papá en el carrillo, el trece de marzo de este año.
Apuntado queda porque ocurrió dos días después del cumpleaños de mi padre. Ahora
escribiendo esto me doy cuenta de la casualidad-causalidad. Mi familia no es
nada besucona, la de Carlos sí. En casa de los padres de Carlos llueven besos a
todas horas, en la mía hay que mendigarlos. Quizás ese día de cumpleaños le di
un beso a mi padre y Romeo lo vio. Ahora papá y mamá se han inventado una
fórmula mixta: “un beso sándwich”, que es un beso de los dos a la vez, carita
de Romeo en medio. Le gusta mucho. Luego lo quiere hacer él pero no le sale,
que sólo pone el moflete pero no da beso. Ayer llegaba su padre de trabajar y
Romeo a gritos pedía un "beso tornillo". Ha sido el último invento; un beso en el
moflete con aspiración. Además Romeo besa el teléfono cuando se quiere
despedir. Nadie, que yo sepa, le dijo que lo tenía que hacer así, invención
propia.
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