En el orinal. Fue el otro día,
antes del baño. Se había sentado en el orinal con un cuento, como últimamente
hace antes de que le bañemos. Que desde hace unos meses hemos incorporado ese
elemento nuevo a la rutina. El orinal es un oso naranja que le regaló la abuela
y aunque al principio no se acercaba a él, ahora sí le gusta. Eso sí,
desnudo, que pide hasta que le quite los calcetines. Recuerdo los primeros
pises visibles de Romeo. En el cambiador, mientras le ponía el pañal. Si no
tenía cuidado o tardaba más de la cuenta me regaba enterita. Mi prima Elena,
acostumbrada a cambiar a sus sobrinas y sorprendida tiempo después por cómo era
la misma actividad con su hijo, ya me había avisado de ello: que con los niños
“pasa”, me dijo. Este verano le dejamos algún día sin pañal, con el culo al
aire por la casa y más de un pis tuve que limpiar. Me avisaba pero cuando ya lo
había hecho. El otro día lo advirtió su padre, que se conoce que él estaba tan
embutido en la lectura que ni se había dado cuenta. Romeo has hecho pis en el
orinal, le dijo y él al ver la cara de Carlos tan contento también se puso
contento. Esta mañana, cuando ha ido a tirar el pañal a la basura, me ha pedido que se lo
abriera, que quería ver los pises. Creo que se ha quedado algo decepcionado al
ver que los pises de la noche en el pañal son lo contrario que las pompas de
jabón; aunque pesan no se ven.
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