Regurgito era lo que echaba Romeo
siendo un bebé. Algo normal, por lo visto. Pero la primera vez que lo vi me
asusté. Luego me acostumbré, como con
muchas cosas. Ya un poco más mayor devolvió alguna vez. Una que yo recuerde,
aunque lo tengo tan borroso como un devuelto. La vez que sí recuerdo bien clara
fue hace poco, después de dormir la siesta en la cama conmigo. Terminó de mamar
y se metió los dedos en la boca, pues decía que tenía algo. Yo miraba y no veía
nada. El seguía metiéndose los dedos, la mano casi. Hasta que dio una arcada y
me empapó entera: cachos de tomate envueltos en no sé qué. Primero se
sorprendió y luego se asustó un poco. Gimoteó para que le limpiara. Y por
último se quedó muy tranquilo. Nunca supimos la razón: ¿se había provocado el
vómito al meterse los dedos?, ¿algo que comió le sentó mal? Ante estas
preguntas me viene siempre a la cabeza una frase varias veces escuchada: “los
niños se regulan solos”. Pues eso, que por lo que sea aquello tenía que salir y
salió en forma de vómito. Adoro tu vómito
se titula la película de un amigo mío.
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