El respeto significa no barrenar
ni desviar las percepciones, las valoraciones y los procesos de decisión del
“legítimo otro”, no perforar las membranas del otro, no perturbar su
interacción desde dentro hacia fuera ni sus propios procesos de desarrollo.
En mis comienzos como mamá muchas
veces pensaba que sería más fácil si Romeo pudiese hablar para que él decidiera
lo que hacer, lo que comer... El primer diálogo que tuve con Romeo fue cuando
le pregunté qué quería; si pan o agua, y eligió pan. Hace unos meses, con el
entendimiento y el habla adquirido, le pregunté si íbamos a Casablanca, y me
dijo que sí. Qué maravilla no tener que elegir, no tener que decidir por él.
Este sábado pasado yo me encontraba muy cansada después de una larga siesta con
Romeo en casa. Por la mañana habíamos estado fuera y de vuelta a casa se quedó
dormido y no pudimos ir al parque como él iba pidiendo de camino: parque,
parque, decía. Así es que por la tarde pensé que le apetecería. Ya digo que yo
estaba muerta de cansancio y me costaba decidir lo que hacer: si atendía a mi
cuerpo prefería quedarme en casa, si pensaba en Romeo pensaba que teníamos que
salir. Le pregunté a ver si así salía de dudas y efectivamente Romeo decidió:
“a casa”, dijo. Y en casa nos quedamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario