Imagino que fue el día de su
primer cumpleaños cuando oyó por primera vez lo de: sopla, sopla. Pero aquella
vela por más que lo intentaba no se apagaba. Siguió practicando, que siempre
había algún cumplemés o cumpleaños que celebrar, pero poco aire salía de esa
boquita. En su segundo cumpleaños también le tuvieron que ayudar. Pero no así
en su cumplemés veintiséis en el que Romeo por primera vez apagó la vela que
presidía la mesa del desayuno. Se puso contento y enseguida pidió hacerlo otra
vez. Pero no se cumplen varios meses en un mismo día, le explicamos. Así es que
aquella vela tampoco se volvió a encender otra vez. Sin embargo, poco después
tuvo ocasión de volver a realizar su hazaña y además delante de una niña de su
edad. Fue en la Fiesta del Farol que celebramos con todos los niños de su
escuelita. A la hora de marchar había que apagar las velas. La niña tenía un
farol en la mano y estaba sopla que te sopla intentando apagar la vela hasta
que llegó Romeo que con un solo soplido la apagó. Ahora bien, creo que últimamente
se ha dado cuenta de que quizás tenga que mejorar la técnica, pues con los
dientecitos hacia fuera no salen pompas de jabón como cuando mamá sopla el
pompero.
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