La primera vez que Romeo entró en
el supermercado por su propio pie yo tenía el cuento de Teo va al mercado en la cabeza. Me imaginaba a Romeo apuntando con su dedito y yo
diciendo el nombre de las diferentes frutas, verduras... Se le veía diminuto
junto a las altas estanterías repletas de cosas. Quiso llevar el cesto de ruedas, pero se hacía un lío con el asa y no podía
caminar. Tan pronto como escuchó la canción con el nombre del supermercado
empezó a entonarla. Antes había repasado una por una las letras del mismo que
figuran en la entrada. Esto, ahora, lo hace como un ritual al entrar y salir
del supermercado. Igual que el “abracadabra” para que se abra la puerta
corredera cada vez que pasamos por delante. Romeo me seguía a su ritmo por los
pasillos, pero donde los yogures se habría quedado toda la vida si yo no me
lanzo a por el bloque de ocho yogures que estuvo a punto de caer al suelo.
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