Esta noche no ha sido
del todo mala, nos decíamos Carlos y yo la otra mañana. Carlos se había levantado
una vez y yo me levanté porque le oí sollozar, pero no tuve que
hacer nada. Escucharle y observarle, ver que estaba dormido y pensar que
probablemente soñaba. Desde hace tiempo Romeo cuenta las cosas que hace
y entre todas esas cosas algunas por su escenario, personajes, color… nos
imaginamos que pertenecen al mundo de los sueños. Recuerdo uno especialmente
significativo: nos contó que se le había metido una R por debajo de la
camiseta. Yo por más que buscaba no la veía y él seguía enfatizando su relato
con los ojos bien abiertos y metiéndose la mano por debajo de la ropa, haciendo
el recorrido que supuestamente había hecho la traviesa R. Esta mañana su
despertar comenzaba con un grito desgarrador: ¡papá no te vayas! Hacía un cuarto de
hora que su padre había salido de casa rumbo a Alemania. Probablemente de tanto repetirle
ayer noche que se iba, había soñado con ello o quizás le había escuchado
marcharse. Después se ha vuelto a dormir. Otros sueños me ha contado, que ahora
mismo no recuerdo, pues me ocurre como con los míos, que si no los apunto
mientras me los está contando, se me olvidan.
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