martes, 14 de mayo de 2013

Romeo se lava los dientes


 
Cuando Romeo cumplió un año todavía no tenía dientes. Llevaba un montón de tiempo babeando y no parábamos de escuchar que eran los dientes. Parece que no nos quedamos tranquilos hasta que no le vimos una cosita blanca arriba. Enseguida nos preguntamos por su limpieza. Nos dijeron, como intuíamos, que cuando tuviera uno ya se debía limpiar. Después de todas y cada una de las comidas, papá y mamá se lavan los dientes (a no ser que estemos fuera de casa y se nos haya olvidado el cepillo, claro) y le ofrecen a Romeo hacer lo mismo. Generalmente no es una actividad que le apasione, o quizás es una de esas actividades que por la importancia que le damos sus papás, él se niega a hacerla al principio. Aunque después casi siempre accede y gustoso se sube a la tapa del wáter o a las piernas de mamá para descapuchar el cepillo, mojarlo, echarle un “poquitodepasta” y cepillarse con brío los dientes de arriba, los de abajo y hasta las muelas que ya tiene. Enjuagarse todavía no sabe, pero se monda de risa cuando se lo ve hacer a su mamá. Al acabar lo coloca en su sitio. Si por descuido o prisas se lo colocamos nosotros, se enfada y tenemos que sacarlo del cesto. Entonces es cuando de nuevo me viene a la cabeza el lema de una escuelita amiga: “adultos sin prisa, peques sin pausa”.

 

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