En eso se parece a mí.
Yo siempre le tapo mientras su padre siempre le destapa. Sin embargo, casi nunca
dice que tiene frío, salvo cuando le da el aire en la cara. Entonces sí, desde
el carrito me pide que le tape con una manta. Hace poco por la noche también lo
dijo: se despertó y dijo que tenía frío. Nunca quiere que le quitemos la ropa
que lleva puesta: camisetas, jerséis, chaquetas… lo que sea, aunque el día haya
avanzado y con él el calor. Parece que nunca tiene calor. Mientras sus
compañeros se desnudan con una facilidad pasmosa, Romeo permanece con toda la
ropa puesta a todas horas. Su padre se ha dado cuenta que se hace un lío con
estos dos conceptos: frío y calor. El otro día tocaba el brazo de su padre que
estaba frío con su mano calentita y decía: ¡uy qué caliente! Después su padre
le tocaba con la mano caliente su pierna helada y decía: ¡uy qué fría tienes la
mano! Esa es otra de las cosas que he aprendido de Romeo: que los adjetivos son
muy personales, que por mucho que yo le diga que una cosa es roja, si él la ve
azul, será azul
No hay comentarios:
Publicar un comentario