Después de los números
vinieron las letras. En un proceso libre increíble para nosotros venidos de
procesos no muy naturales de enseñanza, Romeo empezó a preguntarnos por las
letras, los nombres de esos dibujitos que veía en todas partes. Pero en concreto
fue un día cuando me dejó alucinada: dijo, al verlo, el título de un cuento que
habíamos visto no tantas veces como otros, El
viaje de Valentina. Momo también nos había expresado ya su asombro diciendo
que Romeo recordaba las palabras de los cartones que tienen en la escuelita con
sólo decírsela una vez. Que cuando salían a la calle repetía todas las letras
del nombre del colegio que hay en frente. Nos aconsejó que le pusiéramos a
las cosas de casa su nombre con pegatinas, que eso a Romeo le gustaba y le
animaba en su proceso natural de aprendizaje de la lectura. Todo esto antes de
que Romeo me dijera “el viaje de Valentina” y yo me quedara alucinada. Ahora se
sabe todos los títulos de los cuentos que vemos. Y no sólo eso, sino que sabe
qué cuento corresponde a cada número del índice del cuento de todos los
cuentos. Además recita las poesías de un cuento-cd que le regaló su tía. Su tío Jorge dice que tiene una
mente prodigiosa.
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