Un día en culo-cola, como nos gusta decir desde
que se lo oímos a Billy, me pareció ver que uno de los testículos de Romeo
estaba más hinchado que el otro. Sin embargo, pasado un rato se lo vi normal.
Se lo dije a Carlos y le dio más importancia que yo. Así es que al poco tiempo
estábamos en el pediatra, más tarde en el especialista y otro día esperando en
la sala del hospital a que dijeran su nombre por megafonía. “Romeo Bordona Mena”,
dijeron, y todo contento se bajó del asiento y sin mirarme se dirigió con su
padre hacia otra sala. “Voy a la operación”, decía. Como la cosa iba para largo,
me dejaron pasar también a mí a la sala de los pijamas, que ya le habían puesto
un pijama y estaba rodeado de juguetes y más niños. Estaba feliz porque por fin
había llegado el momento de la operación. Los días anteriores le habíamos
explicado lo que le iban a hacer y estaba deseándolo (para sorpresa nuestra). Le
pesaron: 14 kg quinientos; y él tradujo: “14 pimientos” y se rio todo
divertido. Pasada una hora o así le volvieron a llamar. Esta vez yo no pude
pasar. Así es que Romeo entró con su papá en la sala de anestesia. Pasada otra
hora, salió el padre y me dijo que se había quedado muy bien con una doctora
muy simpática. Cuando nos llamaron para ir a la sala del despertar, nos
vestimos de verde y entramos. Nada más verle me dieron ganas de llorar:
dormidito en una camilla inmensa, con la vía puesta en la mano…
Se me saltaron las lágrimas. Esperamos un buen rato y como no despertaba vino
la enfermera a hacerlo. “Que está mamá”, le decía… y él medio dormido se movió
un poco y protestó. Quería que le cogiera y me dijeron que podía hacerlo. En
mis brazos se volvió a quedar dormido. Otro buen rato así y cuando las
enfermeras lo creyeron oportuno, ya despierto, le quitaron la vía, le vestimos y
nos fuimos. Por el camino le pregunté si le había gustado la operación y me
dijo que no. Sólo quería su desayuno prometido y las natillas que había
mencionado la enfermera que podía tomar. Una vez en casa no paraba de decir por
teléfono a todo el mundo que ya había ido a la operación y que tenía una herida
en el ombligo, la cual no quería ni mirar. Atrás quedaron las dudas, los
miedos, los mal estares… Adelante cinco días libres de permiso por operación,
muchos mimos a mi hijo que todo el mundo me recordaba y esta historia que puede
o no que se parezca a la que Romeo tenga en la cabeza.
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