La primera vez que llevamos a
Romeo a la feria fue en San Isidro. Nos encanta ir el día 15 de mayo a la
pradera de San Isidro y así fue también hace tres años. No expresó admiración
por nada. Sin embargo, la noria vista desde casa por la noche, le maravillaba.
La incluimos en el ritual nocturno: baño, cena, cuentos, ver la noria,
caricitas y dormir. Cuando la quitaron también: baño, cena, cuentos, ver dónde
estaba puesta la noria, caricitas y dormir. La segunda feria a la que asistió
Romeo fue la de La Melonera, nuestro barrio. También había noria y como a Romeo
le gustan mucho las cosas que dan vueltas, le encantó aquella feria también,
aunque no se montara en nada. Fue este año, por San Isidro de nuevo, cuando por
primera vez se montó en unos cochecitos de un pequeño carrusel. Qué feliz se le
veía con su volante. Más adelante, en vacaciones, en el Parque de Atracciones
de Viena también se montó en uno. Meses más tarde los abuelos le subieron al
que hay permanente en el Parque de Aluche. Y hace poco montó en el de
La Melonera. Siempre que ve neones de colores u oye la palabra fiesta, Romeo se emociona. Y es que Romeo nació en un día
de feria, o el mundo hizo fiesta cuando nació él. Nuestras queridas fiestas de La Melonera, que desde el taxi veíamos las
atracciones ya de regreso a casa, y digo yo que algo de eso se le habrá metido
dentro. Me gusta pensarlo así.
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