martes, 26 de mayo de 2015

Romeo va a un concierto


Una tarde a la semana (a veces más) Romeo se queda en casa de sus abuelos, en Aluche. Le encanta ese "planning", como él dice. Se le ilumina la cara cada vez que le decimos que va a ir a casa de los abuelos. Allí, nos imaginamos, que es como el paraíso para él. Todo lo que pide se le da (o casi todo). Por ejemplo, bajar al parque casi siempre viene acompañado de un viaje en tiovivo y una bola con sorpresa.

Un día, después de haber estado en el paraíso de los abuelos, le llevamos por primera vez a un concierto. Eran las fiestas de Aluche y tocaba Danza Invisible. El auditorio estaba a rebosar. Romeo caminaba como podía entre el bosque de piernas avanzando hacia donde se oía la música. Le teníamos que agarrar de la capucha para no perderle. Cuando vio un espacio sin pies, se paró y allí nos quedamos. Su padre le subió a hombros y así disfrutamos los tres del concierto. A ratos le bajaba, que unos hombros son unos hombros, y luego vuelta a subir. La cara de Romeo iluminada por los focos y por el disfrute. Cuando llegaron los bises, él pedía también otra y otra. No se quería ir. Le encantaba. Estaba tocando el cielo después de haber estado en el paraíso. 

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