martes, 3 de noviembre de 2015

Romeo inventa




Cuando le digo te quiero mucho, me pregunta que si es porque me da muchos besos y acto seguido le digo que me gusta mucho que me de muchos besos. Luego me pide que le diga cosas que me gustan de él y le digo, entre muchas, que me gusta cuando inventa cosas. Me encanta verle inventar, oírle inventar. Pienso en el poder de la imaginación como el más poderoso de nuestra sociedad. El domingo nos explicaba el origen de un invento de hace tiempo: cuando pasamos por debajo de un puente y grita “¡uvas!”. Nunca supimos por qué lo hacía hasta este domingo que nos dijo que era porque una vez pasamos por debajo del puente y él iba pidiéndome uvas desde el carrito. Desde entonces es el puente de las uvas. También nos explicó el origen de la palabra “tereines”, que él relaciona con partes de la acera que tienen bolondros. Dice que cuando pasamos por esas zonas con el carro se produce un ruido similar a esa palabra: ter-ter-ter-ins... Ayer en casa hizo una careta de calabaza y quería poner una vela encendida en su interior, pero como yo le recordé que el fuego quema el papel, se le ocurrió hacer una vela de cartulina y pegarla en la nariz. “Patiné” y “peritango” son otras invenciones suyas, así como un cañón con el envase de un yogurt o aquel artilugio con el que me lo encontré en el parque al recogerle de la escuelita: una amalgama de gomas, cachitos de plástico y otras miniaturas con el que estaba absolutamente concentrado, tanto que ni siquiera se había percatado de mi presencia. No como ahora que viene hacía mí, lee que he escrito Romeo en el título de la entrada y me pide que se lo lea todo. Le leo hasta donde tenía escrito y me dice: ¡yo también quiero, también quiero inventar así como tú!

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