15-3-13. Ese día Romeo
tuvo una de las mayores perras de su vida. Como de costumbre le fui a recoger
en bici, pero esta vez teníamos que hacer algo y cambiamos un poco la ruta.
Pasamos por delante de un colegio en cuya puerta había un grupo
numeroso de jóvenes. No sé qué vio, pero quiso parar inmediatamente y como yo
no lo hice se desató la tormenta. Algo fuera de lo normal, si es que hay
normalidad en las tormentas. Lloró, gritó, pataleó sentado en la bici. Me
sorprendió su insistencia, aún así no retrocedí. Quizás tomé una decisión
equivocada, pero no creí que fuera tan importante para él detenernos “para ver
a unas chicas”, como me dijo después. Desde entonces hemos adoptado una
contraseña que decimos cuando quiere algo: ¿es muy importante para ti? De aquella
perra me quedé enganchada pensando en la relación de Romeo con esas chicas,
incomprensible para mí, pero vital para él. El otro día hablando de películas
con unos amigos, Romeo dijo que a las chicas a lo mejor cierta película les daba
miedo. Me sorprendió ese comentario. Ayer dijo que quería que le cortara la
parte de atrás del pelo, que ahora lo tiene largo como las chicas. Asentí, sorprendida también. Justo en estos días andaba yo metida en un debate de
género, comentando que hay algo cultural, genético, heredado, natural... en
el ambiente, que nos hace diferentes y los niños/as son los primeros en saberlo y
hacértelo ver.
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