9-2-16: Tengo ya dos euros. Desde que empezó a ir a “Momo” Romeo se hizo
encontrador de tesoros. Todos los días en la recogida me abrazaba con objetos
en las manos. Otras veces se los había guardado en el bolsillo del pantalón:
botones, palitos, pinzas, plastiquitos de todos los tamaños y colores… En casa
tenemos una caja de tesoros y hasta una estantería dedicada a los tesoros del
parque de Romeo. Diego me contaba hace poco, que no hay día que no descubra algo
debajo de las taquillas. En el parque, a veces, se encuentra dinero: “centimillos”,
como dice él, u otras monedas. Su tía
abuela le regaló una hucha en forma de buzón de correos y todas las monedas que
se encuentra las mete allí (así como todos los buzones de correo que se
encuentra los llama “hucha”). Ahora está obsesionado con encontrarse una moneda
de dos euros. También quiere tener billetes, que su amigo tiene muchos, dice.
El otro día tuvo que dar un montón de “centimillos” para comprar un sobre de
cromos: pero da igual tengo muchos más.
Cuando alguien le da una moneda de un euro (tiene la extraña habilidad de
conseguirlo por su cara bonita), permanece con ella en la mano todo el rato.
Ayer en la recogida estaban los tres mayores hablando de cuánto dinero te daban
si vendías chatarra. De camino a casa me dijo que: yo no era mucho de comprar.
El dinero para Romeo es un juego
más: monedas de diferentes tamaños, unas más brillantes que otras de las que le
gusta hablar y acumular. Todavía no relaciona mucho ese acto de acumular con el
de intercambiar. Tampoco entiende que él no lo puede conseguir como lo
consiguen los papás. Por eso rebusca y rebusca en el parque, en las gradas, nos
dice, aunque muchas veces no sabe para qué lo quiere, para decir que lo tiene, quizás,
como les pasa a muchos.
Esto era hasta ayer, que cambió
todo, hasta este post cambió. Cuando le recogí me dijo que estaban preparando
un espectáculo para que fueran las mamás y papás. Que la entrada costaba seis
euros y que con ese dinero se iba a comprar un R2 D2. Me pilló de sopetón, creo
que no le dije ni que sí ni que no, pero él percibió un sí y todo contento se
puso a saltar: ¡va a ser la primera vez
que me des dinero! Creo que en los próximos días revisaré mi intuición y a
lo mejor cambio de opinión o no.
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