Mucho antes de enterarme que estaba embarazada, Romeo acudía al cine. Entraba por la puerta,
iba al baño y esperaba. Esperaba a que viniera algún cliente a comprar. Después
volvía a esperar oyendo el sonido de las salas, de las palomitas salir o quizás
no oyendo nada. Cuando nos anunció que estaba en nuestro mundo y se fue haciendo
más grande, de vez en cuando, entre pase y pase, dormíamos la siesta al lado del
cubo de Chupa Chups y las bolsas de maíz. Un día, ya fuera de mi barriga, vino
a verme con su padre. Nos hicimos fotos frente a los afiches de las películas y
señalaba con un oh todo lo que veía.
El 27-1-13 le llevamos al cine por primera vez a ver una película. De esa experiencia creo que se quedó con los luminosos de aquel cine, los
números de los asientos, el cartucho de palomitas y la pantalla híper
gigantesca. Después volvimos a ese cine y a otros. Le gusta mucho ir al cine de
mamá porque allí tiene amigos: Óscar, el acomodador, que siempre le hace juegos
de magia; Ángel, el proyeccionista, que le regala pósters y calendarios de
películas; Jose, el encargado, que le pone a “trabajar”; Mary, la palomitera,
que le da caramelos y chocolatinas… Lo que no le gusta, dice ahora, es que las películas sean
en versión original, pero nosotros nos tomamos así la vida, en versión original.
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