lunes, 14 de marzo de 2016

Romeo en brazos




Nada más nacer me lo pusieron encima y aún hoy lo siento ahí. Recuerdo consejos y caras cuando le cogía en brazos. Recuerdo momentos de toda clase (yo comiendo, durmiendo, escribiendo, leyendo, paseando…) con él en brazos. Recuerdo una rutina que establecimos para dormir que consistía en tenerle en brazos, frente a las maravillosas vistas del anochecer madrileño que se ven desde nuestra casa, mientras sonaba un disco de nanas. Cuando empezaba la quinta nana era la contraseña para llevarle a la cama en nuestros brazos hechos papilla. Ahora sigue pidiendo que le llevemos en brazos a la cama, aunque ya las vistas alcanza a verlas él solo, y las nanas se han transformado en el ruido de un Gatobús imaginario que evoca su padre con los brazos también machacados. La consigna de Romeo cuando quiere brazos es “a subir con mamá”. Querer brazos porque está cansado, porque se está haciendo caca, porque quiere estar junto a mamá, porque…. Sólo él lo sabe. Igual que sólo él sabía porque lloraba de bebé cuando teniéndole en brazos me sentaba. Hasta este viernes, que Federico Martín Nebras me ha explicado que el niño se forma con la danza de la vida de mamá, y claro, cuando me sentaba dejaba de danzar. 

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