28-5, aquel día fue una aventura.
Nos quedamos encerrados en el ascensor de carga del Mercado de San Fernando.
Pasado el percance y tiempo para reelaborarlo, Romeo no paraba de contar
aquella anécdota.
Creo que a muchos niños les gusta
ir en ascensor. Romeo estrenó ascensor y mundo a la vez. A partir de ahí los
ascensores para Romeo han sido muchas cosas. Cada vez que entra en uno de los
tres ascensores más importantes de su vida (el de nuestra casa, el de casa de
sus abuelos y el de casa de sus yayos), se mide. A ver qué botón alcanza ya a
pulsar. También le han servido de juego: a ver qué pasa si doy aquí que tiene
una campanita dibujada… De encuentros inesperados: vecinos que nos dicen los
nombres de sus perros, vecinos que adivinan lo que vamos a hacer, vecinos que
ríen ante los comentarios de Romeo… También los ascensores nos regalan tiempo: el tiempo que nos ha faltado antes de salir de casa para abrochar el abrigo,
poner el casco… Y los ascensores son un
espejo para los dos: para mamá que se mira siempre en él antes de salir y para
Romeo que se mira en mamá, a ver qué tal día tiene hoy.
Otra aventura de ascensor: http://macarenamenasantos.blogspot.com.es/2015/10/romeo-se-pierde.html
Este ha sido nuestro homenaje al
ascensor, un espacio tan pequeño y que da tanto de sí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario