Aún recuerdo las primeras
conversaciones con Momo, la mujer sabia que acompañó a Romeo durante un tiempo.
Yo le decía que veía a mi hijo parado, sin jugar, sin relacionarse con los
demás… Ella me decía que sí jugaba, que sí tenía el juego simbólico
incorporado, que sí se relacionaba. Tan sólo tenía que observar a mi hijo, su
cara, y ver que cuando estaba observando algo hacía muescas, que con la cara
seguía los movimientos de los niños, los interpretaba, los pensaba… Aprendí a
hacerlo como me dijo ella y descubrí que Romeo era un gran observador, y entonces
yo me hice también gran observadora. Ayer observé cómo anudaba los cordones de
mis patines en el pedal antiguo de hierro de la máquina de coser de mi abuela.
La cabeza hacia abajo, la lengua un poco fuera, las manitas trabajando al
compás… Luego le observé dormido. Esto me encanta, ¡qué placidez! También le
sigo observando cuando observa y esto me gusta mucho también. Los ojos sin
parpadear, la boca moviéndose al compás de las emociones… Hay quien piensa que sólo
observar a un niño/a es desatenderle. Yo le respondería lo mismo que me decía Momo: que se fije en mi cara y verá cómo le estoy diciendo con la mirada cuánto me
gusta lo que hace, lo bien que me siento a su lado, que si necesita ayuda me la
puede pedir…
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