Tengo apuntado que fue en Junio y
en Villalba la primera vez que Romeo se metió un chicle en la boca. Este verano
intentó hacer globos con uno. Recuerdo lo difícil que era aprender eso. También
recuerdo la primera vez que alguien le metió un trozo de queso en la boca. Son
alimentos que activan mi alarma o mi interés cuando se trata del mundo de
Romeo. Al igual que todo lo que he escrito hasta ahora de él. Llegados a
este momento, seis años ya de la vida de nuestro hijo, acabamos de pasar por una
etapa intensa de reflexión sobre el verbo aprender, que en parte dejo reflejada
aquí.
Cuando era niña, aprender
significaba estudiar, hacer deberes. El que no estudiaba o no hacía deberes “no
aprendía”. Sin embargo, cuando pienso en todo lo que aprendí de niña no me viene
a la memoria ningún momento de estudio o de hacer deberes. Sí recuerdo la
primera vez que hice un globo de chicle, la primera vez que me tiré de cabeza a
una piscina, la primera vez que hice masa de tortitas, la primera vez que bailé
sevillanas... Romeo no ha aprendido todavía a hacer globos con el chicle, pero
sabe ya leer, escribir, sumar… y nunca ha ido al colegio. Nadie le enseñó nunca,
fue su propio interés el maestro de su aprendizaje, como el globo de este
verano.
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