Un tomate el 30-7-13. Fue la
primera vez que Romeo cortó con un cuchillo de verdad. No llegaba a los tres
años. Recuerdo una charla a la que asistí en “Alavida” que me dejó marcada: en
un ambiente relajado el niño es capaz de usar las herramientas que usan los
mayores con igual o parecida destreza. Así lo hemos practicado después, con
confianza en sus posibilidades, en su desarrollo. Sólo cuando va a otras casas le
privan de su uso: no le ponen cuchillo o se lo ponen de plástico temiendo que
se pueda hacer daño o haga daño a alguien o algo, por miedo, por falta de
confianza. Para mí esta es una de las grandes enfermedades de nuestra sociedad:
el miedo. De hecho, exagerando mucho, pienso que si existen los colegios es
para educar en el miedo. Nos quieren a todos iguales y bajo control. Claro, que
todo esto tiene su razón de ser: que existe un pasado y que si uno no ha
recibido confianza tampoco la puede dar, al igual que pasa con el amor. El otro
día la maestra de Romeo rechazó unas tijeras que llevaba. Yo lo sabía, que las iba a rechazar, pues en la lista de materiales ponía “tijeras de punta roma”,
pero por si acaso lo intenté. Acabó escogiendo unas tijeras de plástico con la
punta roma. Claro, que es un colegio y es entendible: una maestra, veinte niños
cada uno de su padre y de su madre… Ojalá en un futuro los niños (y los
adultos) reciban confianza, no necesiten la búsqueda de una autoridad externa y
tengan contacto consigo mismo. Entonces se acabarían muchos males, pienso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario